Capítulo X
Frente a Deieu 


Abandonamos el lago antes de que la aurora nos encuentre alquilando el manto nocturno.
Me detienes y me pides cerrar los ojos, acató lo dicho, sentí frío en cuello y me dices: abre tus ojos lentamente...
Era increíble saber que estábamos frente al brasero, no lo podía asimilar y para probar la realidad del hecho tome rumbo a la bóveda por otra botella de tinto, la limpie y en el sello estaba parada una catarina llena de colores pero marcando un zumbido como si la noche no quiera retirarse.
Al regresar ante su presencia la misma catarina estaba sobre tu mejilla rosada y en parpadeo tú la deleitabas. Deje la botella al lado del sofá y alcance el rumbo hacia el baño. Me despide de mi ropa puesta y abrí llave para ducharme, cerré mis ojos con miedo a salir de nuevo de este paraíso, con mis dedos tape mis oídos y comencé a sentir y escuchar el agua que caía sobre mi rostro y cabeza, abrí mis ojos y seguía hay sin cambiar de lugar, pensé si aquel lago existía o si aquello vivido fue real, algo confuso relajo mi respiración y de nuevo siento frío en mi cuello, era Deieu plasmando su aliento en mi cuello, y me pronuncia: ¿ Aún sabes quién soy o bien quieres preguntarme algo ?, sin más preámbulo te digo : nunca he duda quien eres y sólo he preguntado lo que tú quieres decirme...parece que el agua masajea los hombros, cae sin destino absoluto como la aurora que pronto llegará.
Expresas una sonrisa y sales del agua tomando una toalla secando tú cabello y encuentro en ello un aroma familiarizado con algo vivido: es ese perfume que la luna derrama sobre el lago...
Descubro que si estuvimos hay, sonrió y cierro la llave, salimos y en medio del sofá un libro con pastas de madera plasmaba una leyenda que decía: en el lago de Deieu...
No era posible aquello, lo tomo y antes abrirlo me dices: gracias por creer en mí y muestra de agradecimiento aquí está escrito quien soy.
Trate de no mostrar mi gesto de sorpresa, decidí no abrirlo y lo bajo a un lado del sofá, tomo la cobija y empecé a contarlas barbas, te sientas tú también y nos cobijamos...
La aurora había llegado y sin saberlo había estado frente a Deieu.

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