Capítulo VI
El Edén

Al fondo escucho murmullo, no puedo despertarme, entra en mí un escape de desesperación y en un salto imprudentemente   caigo sobre una roca, tan chusco pero me di cuenta que no estaba Deieu. Respiro lentamente, acostumbrado a las ausencias sorpresas la luna sigue proyectando su presencia. Andando sin dirección y ya sin neblina observo al horizonte unos puntos brillantes y paso del caminar un mundo de árboles agrupados están, el viento jugando sobre sus ramas y vaya locura: un lago…
No entendía porque había llegado a tan misterioso lugar pues pareciera que ya me estaban esperando hace tiempo.

Capitulo VII
En misterio

Decido quitarme los huaraches y comienzo a sentir la cúspide en mis pies de arenas, temperaturas y sensaciones de terciopelo en un paraíso medieval.
Perdido en la cuesta de aquel paisaje que la luna y el lago donado ante natural existencia veo a Deieu llena de silencio a la orilla, respeto su espacio, sigo trotando y al pasar al lado de ella me dice: Dame más vino tinto y ve hacia esa lado por un par de frutos secos rojos.
Me dirijo a dichos frutos y tomo un puñado, me regreso y se los entrego en sus manos.
Su expresión radiante llena de color rojo en mejillas y una sonrisa de caducidad palpita al viento y al silencio local, comienza a comer y beber compartiendo de ello una pizca de fe.


Capitulo VIII
Decorosos frutos

Me percato que había llorado, sigue sonriendo y exclama: sabrosos y decorosos frutos, sangre en venas en vino tinto y bella visita de la soledad, la verdad aun sabe de la tinta para escribir en cortezas de lima y hojas invernales.
Un mangar en las palabras hechas por ella y sin duda alguna sabía que empezaba a ser ella.
Me invita a sentarme y cruzado los dedos de las manos le digo:
Naturaleza pura es tu nombre, ¿Porque te ausentas, que no sabes que desconozco estas brechas?,
después de un trago me alientas diciendo: Ya conocías las brechas, los árboles y el silencio y muestra de eso es el color del vino porque desde el brasero el blanco lo cambiaste sin dudarlo.
Quede impactado porque en tus palabras la razón se asomaba en firme delicadez.
Descubres nuevamente tu desnudez, la cobija de barbas ocupa un lugar en la orilla del lago, tomas mis manos y me pides que tome tus relieves, temblorosas ellas lo hago, besos tus pezones ,tatuó la locura levantando el frio de la noche.

Capitulo IX
En locura las hojas de otoño

Aparase una lente hecha cámara fotográfica, con la mirada traduces al lenguaje el capturar fotos de que va sucediendo, ahora acaricio la espalda y lentamente suavizo hasta tocar los bellos de la entrada al durazno. Una captura sin flash hago. Le platicas a mis manos, y me bajo a beber los jugos de tus labios vaginales, él otoño nos visita con las hojas de los árboles, los frutos aparecen junto con el vino tinto en medio de las piernas como regalo de Zeus.
Acaricio el salvaje misterio del redentor camino de lunares que marcan punto por punto de la sabana de tu cuerpo, los cuento y descubro: la puerta escondida al universo. Otra captura sin flash marco, se desliza vino tinto en el abdomen y tus bellos forman el color purpura: me lo bebo…
Iba tomar otra foto pero me dices: Mejor grábalo en tus manos para que en el amanecer lo leas con orégano y aceite de olivo.

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