Capítulo III
El Vaho del aliento 


Nos recogemos a la presencia del brasero, 
tomamos de la botella un sorgo grande de vino tinto y tomas delantera en el paso hacia el baño.
Me quedo de pie esperando que termines de bañarte.
La lluvia sigue contando historias gota a gota, hora a hora, tengo algo de frío pero se escucha el rechinido de la puerta anunciando que ha terminado de ducharte.
Te me quedas viendo y exclamas:
¿Aparte del vino tienes ungüento para suavizar el rizo relieve de mi espalda?.
De prisa voy al segundo piso por dicho ungüento, al regresar estabas tirada boca abajo en la alfombra diciendo:
¡Joder! esto es para hoy...
Unto suavemente en la espalda el calor sin ritma alguna, y en la presencia del calor liso la rigidez de la piel.
Pasado el tiempo escucho tu respiración profunda confirmando que estabas dormida.
Optó por cubrirte con la cobija de barbas y sin preámbulo pongo otra madera en el brasero.
Sentado en el sofá quedó dormido al par de horas despierto en un brinco y descubro el anuncio del silencio pues había terminado de llover, me asomo a la puerta y observó que la luna iluminaba la noche sin cólera ni hostiga.

Capítulo IV
Sin respiración 


Haz despertado y levantado tu cuerpo, te sientas en el sofá, tomas la cobija y comienzas a contar las barbas.
Curiosamente analizas mi mirada al quedar perpetro ante majestuosa luminaria noche, me pierdo varios segundo y al paso siento tu presencia cerca, descubro que sólo la cobija cubría tu cuerpo pues debajo de ello yacías desnuda. Me pides que te deje pasar y emprendes el caminar hacia la iluminada noche.
Entre árboles y velo de luna te sigo, al llegar al llano te sientas bajo la conífera de madroño y pronuncias:
¿Qué me vas a preguntar que no sepa la misma luna de mí?.
Y respondo:
¿Cómo has llegado a ella?
Me miras y te levantas diciendo:
Desnuda para no entorpecer su claridad.
Y en ese momento dejas caer la cobija quedando a viva imagen de Eva.
Sonrió y hago génesis en tus pechos tratando de alimentar el vaho del aliento, tomas mi cabello y otorgas al frasco la esencial del ahora. Sólo tu respiración se cantaba y al par de gestos suelto la vid de tus cántaros pechos.
Recoges la cobija y sigues andando. La luna aumentaba su brillo y en las huellas que ibas dejando por tu andar descubro la cría de la noche llamada: Deieu...

Capítulo V
El puente 


Seguía caminando detrás de ti pero con la satisfacción que sus huellas iban dejando parte de ella.
Al horizonte fijaba mi mirada al alto total que habías hecho, al acercarme me topo que estás arriba de un puente, en silencio tu atención estaba hacia el otro lado del mismo.
En mi inquietud me acerco a ella y quedó maravillado de lo que había descubierto sin que ella misma se diera cuenta pues lo encontrado era la conexión entre este lado del puente y lo que tu atención secuestraba: un lago...
Transitado por completo el puente una neblina invadía el presente y se opacaba la visibilidad de aquel lago. Te palmo el hombro y me anuncias lo siguiente:
La luna sólo sabe de este espacio pero descansa un poco porque hemos llegado a donde podrás minimizar las dudas que has visto en mis huella y te mostraré lo inimaginable.
Estaba invadido de un soplo de viento crucial y perpetuo de silencio, sabía que algo estaba por llegar sin duda alguna pues sentía esa inquietud por ya ver pasar la neblina y descubrir ese lago...
Ambos sentados descansando bajamos el cuerpo quedando relajados por los sonidos de grillos y en un solo movimiento sacó la botella de tinto de entre el pantalón y la cintura, otro gran sorgo invadió nuestro paladar disfrutando aún más y ya hay esperamos que se despejara la neblina, decidí no preguntarte hacia dónde íbamos realmente y que dudas iban a descansar.

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