Modesto


Un paso sereno
la lluvia hacía
forjando niñez
al beato cenicero,
varias colillas
fingían teatros
rasgando tormentas
por las calles de enero,
una dama platicando
al paraguas del viñedo
dos copas nacían
por el estrecho silencio.
Que podía decir
la cómoda sonrisa
si las noches de brisa
no eran suficientes
para el limosnero.
Veamos el instante
aquello llamado liturgia
manojo de luchas
colinas de incienso.
Ahora sólo alberga
la idea de borrar
las huellas
del triste lucero
aquel mensajero
no supo decir
que ya no hay pobres
sino quienes menos tienen
bajo el cielo.

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